
Esta semana, cuando otros andan cursi-románticos por el día de San Valentín, yo ando nostálgica por una historia de amor que culminó hace 37 años.
Casi nunca soñaba llegar a los cincuenta años de casados, pero pensaba que fácilmente llegaríamos a cuarenta y pico. Es que Refugio ya tenía cuarenta años cuando ese simbólico lazo nos unió.
Unos siete años antes, él se había atrevido a pedir mi mano en matrimonio, y recibió un “no” contundente. A fin de cuentas su perseverancia tuvo fruto, pero ¡esa es otra historia!
Técnicamente no planeábamos una boda para el 14 de febrero, pero las vacaciones de un miembro de la familia así lo dictaron. La principal ventaja: ¡era casi imposible olvidar la fecha! La desventaja: los restaurantes siempre estaban llenos al tope, e idealmente había que hacer reservaciones.
Es difícil recordar cómo pasamos los primeros aniversarios, pero normalmente salíamos a cenar a algún lado. A veces preferíamos ir el día después del 14, para evitar restaurantes llenos.
Después de varios años de matrimonio, nuestra amiga Joy decidió que nos faltaba añadirle un poco de sabor. Aunque las finanzas eran limitadas y yo era ama de casa, iba a recibir un ingreso después de ser suplente para unas clases. Ella sugirió que planeara yo una salida sorpresa para nuestro aniversario. Me dio otras ideas también, como empacar una vela, una foto de bodas, algo romántico. Hasta nos dio un juego de tarjetas con preguntas para ponernos a platicar de cosas románticas, por ejemplo “¿Cuando fue tu ocasión favorita…?”

En los años siguientes, casi siempre fui la encargada de idear nuestro escape de aniversario, y ya no era sorpresa. Una vez hasta llevamos a los niños, porque ¿cómo podían perderse de esa cabaña en una barranca, con una chimenea incluida? A veces íbamos a pueblos que no conocíamos bien o que queríamos explorar más. Disfrutamos viajes a museos y cascadas, comidas típicas y más. Una vez nos quedamos en una cabaña ecológica muy en el campo; al otro día fuimos a la sierra a comer truchas en un local rústico. Muchas veces solo estábamos fuera de casa por una noche, pero aun esos viajes cortos y económicos eran todo un deleite.
Para el aniversario número 30, eso sí, gastamos más. Se pospuso ¡cuando la aerolínea en que íbamos desapareció! Afortunadamente pudimos transferir las reservaciones y salir en otra fecha, para visitar el Cañón del Cobre en el norte de México, que había sido uno de mis sueños por mucho tiempo, y tomar el famoso tren que va por las montañas hasta la costa.
Hubo un par de veces cuando cumplimos treinta y tantos, que añadí unos detalles cursis como cortar corazones de fresas para adornar los hot cakes, o corazones de betabel para la ensalada. Hasta llené el parabrisas de corazones adheribles, color rosa, con mensajes románticos.
Nuestro último viaje de aniversario fue para los 35 años y otra vez se pospuso, esta vez para el funeral de mi cuñada. Yo había hecho reservaciones en un balneario de Hidalgo, con aguas termales. Me habían informado que no se aceptaban cambios ni había reembolsos, pero a la mera hora pedí que reconsideraran; al fin, ¡la muerte era impredecible! No quisieron, y preferimos ir a otras fuentes termales, más cerca de casa, donde disfrutamos unos buffets excelentes. Aunque mi esposo ya tomaba medicamentos para la presión alta, poco imaginábamos que dentro de un mes estaría hospitalizado por varios días.
Así que la vida trajo sus propias sorpresas, con una condición de salud que a la larga significó cambios considerables. Refugio ya no podía dar un paseo corto en nuestra calle, y mucho menos hacer una de esas caminatas largas en el campo que le encantaban. Durante buena parte del día estaba enchufado al oxígeno, así que sospechábamos que ya se habían acabado nuestros viajes.
El año pasado, para nuestro aniversario 36, ni fue posible salir a comer. Refugio estaba débil y tenía poco apetito. Aparecieron corazones adheribles en el espejo del baño. Nuestros hijos hablaron para felicitarnos.

Ahora, han pasado casi seis meses desde que mi compañero decidió que era hora de descansar, y ya va a ser el 14 de febrero. ¿Qué haré? Tal vez me anime a dar una vuelta a un restaurante que no conozco, para celebrar de todas maneras.
¿Cómo ves, podré derrochar y comprar unas flores también?

Recent Comments